Padre primerizo
Por:
Rictuss Bartoccetti
—¿Papá? —dijo el niño, erguido sobre sus temblorosas piernitas mientras sonreía con la cabeza ladeada y los ojos fijos, sin parpadear. Eran sus primeras palabras.
La madre, que segundos antes estuviera junto a él, saltó de la cama llorando y tapándose la boca con ambas manos. El padre se fue de espaldas, arrastrando al suelo, junto con él, una mesita y los instrumentos metálicos que en ella estaban, provocando un tintineo chocante. Todo quedó en silencio. Por las ventanas se deslizó una luz que alternaba entre el blanco, azul y rojo. Un zumbido ensordecedor hizo temblar toda la sala de maternidad. Al instante entró por la puerta una pequeña figura con una especie de pistola en la mano. La madre se refugió en una esquina temblando sin control, el padre se incorporó de un salto para poner a salvo al bebé, pero antes que pudiera hacer algo, un chorro de sangre le azotó el rostro: la piel del infante estalló para dar paso a una figura diminuta, exactamente igual a la que ocupaba el dintel de la puerta.
Se escuchó una voz sibilante, parecía provenir de todos lados, como si flotara en el ambiente.
—Por fin te conozco, hijo mío. Vamos, nuestro viaje es aún largo.